Cielo azul clareando,
Una promesa en ramas desnudas.
En invierno, hay días soleados.
Siendo adultos, la niñez puede volver.
En invierno todas las cosas parecen muertas o dormidas. La lluvia y la nieve
parecen incesantes, las noches largas. Entonces un día, el cielo aclara a azul
brillante. El aire se entibia. Un vaho se levanta de la tierra y el perfume del
agua, la arcilla y el musgo se dispersa por el aire. Se ven jardineros preparando
nuevos cultivos, aunque sean sólo ramas desnudas y una raíz gris. La gente está
optimista: saben que el frío acabará.
Como adultos frecuentemente vemos las responsabilidades como algo atroz. ¿Por qué
habríamos de cavar la tierra cuando el clima es desagradable? Vemos las actividades
sólo como obligaciones, y tratamos de librarnos de nuestra suerte. Pero hay alegría
al trabajar en justa armonía con el momento. Cuando hacemos algo en el momento
preciso y después esos esfuerzos rinden frutos, la gratificación es tremenda.
Había una vez un viejo que comenzó un huerto cuando se jubiló. Todos se rieron de
él. ¿Por qué plantar árboles? Le dijeron que nunca viviría para ver una cosecha
madura. Impertérrito, los plantó de todos modos, y los ha visto florecer y ha
comido sus frutos. Todos necesitamos de ese tipo de optimismo. Esa es la inocencia
y la esperanza de la niñez.