El miedo es una emoción que nos protege instintiva y sanamente frente a circunstancias que nos amenazan.
Cuando el miedo no es expresado, ni procesado de una manera de descarga natural sana, el cuerpo se tensa automáticamente.
… Si la situación amenazante persiste y se hace repetitiva, el miedo bloquea la respiración, se adhiere a las células, a los tejidos, a los órganos como memorias y recuerdos negativos y con el tiempo nos volvemos inconscientemente temerosos. Más tarde, cuando nos enfrentamos a momentos de crisis personales, familiares y sociales nos resguardamos, nos acorazamos, nos escondemos en nuestro sistema de defensa neurótico dejando de participar en los eventos importantes de nuestra vida, inclusive hasta llegar a paralizarnos.
Y en lugar de ver las crisis como un gran desafío e inmensas oportunidades de nuevos aprendizajes en nuestro crecimiento personal y espiritual, nos aislamos más, nos anestesiamos y nos morimos internamente.
De esta manera el cuerpo y la psiquis se debilitan y nuestro sistema inmunológico (que es nuestro sistema de defensa natural) se debilita también. Y así nos volvemos frágiles al medio ambiente absorbiendo energías negativas que nos afectan emocionalmente y todos los virus bacterias y parásitos en el aire colectivo nos contaminan hasta enfermarnos. Así perdemos nuestra capacidad natural de participación, de expresión y de acción positiva y constructiva. Como consecuencia de esto nos aislamos, nos enfermamos y nos deprimimos.