No todos los niños al nacer son amados, bien recibidos, validados. La alimentación que la madre le brinda no solo se refiere a la comida, se refiere a la nutrición a través de besos, contacto físico, abrazos, caricias, palabras… «hijo aquí estas» «hijo te veo y te reconozco», «hijo te amo y te valido», «sin importar lo que hagas o digas yo t
e amo». Esa carencia de amor y nutrición, de ser privado o poco satisfecho en sus necesidades básicas, se reflejan más adelante en una necesidad de amor, en un deseo de ser amados a toda costa, mezclando el amor y el rechazo en una sola cosa que reconocemos como amor, cuando en realidad es «carencia de amor» que es lo único que conocemos y un vacio tan grande que deseamos satisfacer a toda costa, creando una necesidad de un amor que va mas allá de la coherencia, de una dependencia afectiva que se trasforma en un sufrimiento que reconocemos como «amor». La dependencia afectiva tiene su origen en la mayoría de los casos en carencias afectivas desde el inicio de la vida, desde si fuiste un bebe concebido con amor, gestado con amor, y recibido con amor y un amor nutritivo o fuiste concebido por accidente, gestado con miedo y rabia, y recibido con malestar y culpa, y desatendido o privado en tu alimentación y nutrición en tu primera infancia. Nos transformamos en dependientes afectivos, en donde el amor deja de ser amor para convertirse en apego, pues la sensación de vacio es tan grande que buscamos desesperadamente llenarla y pretendemos satisfacerla con el «amor-rechazo» o «carencia de amor» que es lo que hemos conocido. El conocernos, descubrir nuevas formas de aceptarnos, respetarnos y amarnos a nosotros mismos y aprender amar a los otros de una manera más plena y saludable, nos da una vía a seguir.
Psicoterapeuta WALTER RIZO, sobre los amores dependientes: Los expertos afirman que la mitad de la consulta psicológica se debe a problemas ocasionados o relacionados con dependencia patológica interpersonal. En muchos casos, pese a lo nocivo de la relación, las personas son incapaces de ponerle fin. En otros, la dificultad reside en una incompetencia total para resolver el abandono o la pérdida afectiva. Es decir: o no se resignan a la ruptura o permanecen, inexplicable y obstinadamente, en una relación que no tiene ni pies ni cabeza. Los amores dependientes ¿Qué puede llevar a una persona a resistir este tipo de agravios y someterse de esta manera? C
uando le pregunté por qué no lo dejaba, me contestó entre apenada y esperanzada: «Es que lo amo… Pero sé que usted me va a ayudar a desenamorarme… ¿no es cierto?…». Ella buscaba el camino facilista: el alivio, pero no la cura. Las reestructuras afectivas y las revoluciones interiores, cuando son reales, son dolorosas. No hay ninguna pócima para acabar con el apego. […] Le dije que su caso necesitaba un enfoque similar a los utilizados en problemas de farmacodependencia, donde el adicto debe dejar la droga pese a la apetencia: Lo que la terapia intenta promover en las personas adictas es básicamente autocontrol, para que aun necesitando la droga sean capaces de pelear contra la urgencia y las ganas. En el balance costo-beneficio, aprenden a sacrificar el placer inmediato po
r la gratificación a mediano o largo plazo. Lo mismo ocurre con otro tipo de adicciones, por ejemplo la comida o el sexo. Usted no puede esperar a desenamorarse para dejarlo. Primero debe aprender a superar los miedos que se esconden detrás del apego, mejorar la auto eficacia, levantar la autoestima y el autor respeto, desarrollar estrategias de resolución de problemas y un mayor autocontrol, y todo esto deberá hacerlo sin dejar de sentir lo que siente por él. Por eso es tan difícil. El drogadicto debe dejar el consumo, pese a que su organismo no quiera hacerlo. Debe pelear contra el impulso porque sabe que no le conviene. Pero mientras lucha y persiste, la apetencia está ahí, quieta y punzante, flotando en su ser, dispuesta a atacar. El desamor no se puede lograr por ahora, eso llegará después. Además, cuando comience a independizarse descubrirá que lo que usted sentía por él no era amor, sino una forma de adicción psicológica. No hay otro camino; deberá liberarse de él sintiendo que lo quiere, pero que no le conviene. Una buena relación necesita mucho más que afecto en estado puro. El «sentimiento de amor» es la variable más importante de la educación interpersonal amorosa, pero no es la única. Una buena relación de pareja también debe fundamentarse en el respeto, la comunicación sincera, el deseo, los gustos, la religión, la ideología, el humor, la sensibilidad, y cien adminículos más de supervivencia afectiva.